Uno de mis momentos más memorables como estudiante del doctorado en la década del 60 se produjo durante un seminario en un curso avanzado sobre consejería psicológica, impartido por el profesor de mayor prestigio en la universidad. Yo, junto con otras 11 personas, estudiaba las investigaciones y conclusiones sobre la auto-realización, incluyendo las características específicas de las personas altamente funcionales. El propósito de este seminario avanzado era enseñarnos cómo identificar estos rasgos y ayudar a otros a vivir vidas más plenas, apasionada y profundamente.
Las características de estos personajes auto-realizados incluían apreciación de la belleza, sentido de propósito, resistencia a la culturización, apertura a lo desconocido, gran entusiasmo, poder de centrarse y direccionarse, desapego de los resultados, independencia de la opinión de los demás, y ausencia de una necesidad imperiosa de ejercer control sobre otros. Cada semana analizamos las estrategias que podríamos emplear
como terapeutas para animar a los las personas a convertirse en auto-realizados. A la mitad del semestre, el distinguido profesor dio el examen de mitad de período, que consistía solamente la siguiente pregunta:
"Una persona autorrealizada llega a una cena en la que todo el mundo está vestido con traje formal. Él lleva pantalones vaqueros azules, una camiseta (remera), zapatillas de deporte y una gorra de béisbol. ¿Qué hace? Tienes treinta minutos para escribir su respuesta."
Los doce escribimos entusiastamente durante la siguiente media hora, y luego a cada uno se le pidió que leyera su respuesta en voz alta. Algunas de las respuestas que recuerdo fueron: “él no prestó atención a las apariencias”, “no puso excusas, sino que simplemente siguió actuando como si nada”, “simplemente siguió adelante y disfrutó de la reunión”. Recuerdo que me sentía muy orgulloso de mi respuesta, que se refería a su sentimiento de propósito y su misión superior.
Cuando todos habíamos terminado de leer nuestras respuestas, dijo nuestro profesor,
-"Lo siento, todos ustedes han desaprobado el examen. Sólo necesitaban escribir cuatro palabras. Y procedió a escribirlas en la pizarra.
"Ni se dió cuenta."
“El nivel más alto de conciencia es aquel en el que la persona autorrealizada no se da cuenta de las apariencias y no ve más que el despliegue de Dios en cada persona que encuentra”.
Wayne Dyer
Las características de estos personajes auto-realizados incluían apreciación de la belleza, sentido de propósito, resistencia a la culturización, apertura a lo desconocido, gran entusiasmo, poder de centrarse y direccionarse, desapego de los resultados, independencia de la opinión de los demás, y ausencia de una necesidad imperiosa de ejercer control sobre otros. Cada semana analizamos las estrategias que podríamos emplear
como terapeutas para animar a los las personas a convertirse en auto-realizados. A la mitad del semestre, el distinguido profesor dio el examen de mitad de período, que consistía solamente la siguiente pregunta:
"Una persona autorrealizada llega a una cena en la que todo el mundo está vestido con traje formal. Él lleva pantalones vaqueros azules, una camiseta (remera), zapatillas de deporte y una gorra de béisbol. ¿Qué hace? Tienes treinta minutos para escribir su respuesta."
Los doce escribimos entusiastamente durante la siguiente media hora, y luego a cada uno se le pidió que leyera su respuesta en voz alta. Algunas de las respuestas que recuerdo fueron: “él no prestó atención a las apariencias”, “no puso excusas, sino que simplemente siguió actuando como si nada”, “simplemente siguió adelante y disfrutó de la reunión”. Recuerdo que me sentía muy orgulloso de mi respuesta, que se refería a su sentimiento de propósito y su misión superior.
Cuando todos habíamos terminado de leer nuestras respuestas, dijo nuestro profesor,
-"Lo siento, todos ustedes han desaprobado el examen. Sólo necesitaban escribir cuatro palabras. Y procedió a escribirlas en la pizarra.
"Ni se dió cuenta."
“El nivel más alto de conciencia es aquel en el que la persona autorrealizada no se da cuenta de las apariencias y no ve más que el despliegue de Dios en cada persona que encuentra”.
Wayne Dyer
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