Por diversos motivos el miedo a
equivocarnos nos paraliza, nos hace dudar, nos hace controlar o especular sobre
lo que debemos hacer, no confiamos en nosotros mismos ni en la vida.
¿La naturaleza es así? No, ¿verdad? La
naturaleza es un canto a la vida, al fluir, al momento presente evolucionando,
simplemente siendo. Hoy veremos cómo entregarnos en confianza al momento y a la
vida, siendo más naturales.
Un maestro y su discípulo viajaban por el desierto. Al caer la noche se detuvieron y armaron la tienda para dormir. El trabajo del discípulo era atar al camello, pero no se molestó en hacerlo y lo dejó suelto fuera de la tienda.
En su lugar, se sentó a meditar y dijo al universo: “¡Confío en que todo es perfecto y que tu cuidarás del camello!” y se quedó dormido. Por la mañana, cuando despertaron, el camello no estaba. Tal vez se lo habían robado, tal vez escapó - ¡cualquier cosa pudo haber pasado!
El maestro preguntó al discípulo, “¿Qué pasó? ¿Dónde está el camello? “No sé”, respondió el discípulo. “Pregúntale al universo. Yo le pedí claramente que lo cuidara por mí. Tú siempre me enseñas a confiar en la perfección del universo, así que confié. ¡Ahora no me culpes!” El maestro dijo: “Confía en el universo, pero primero, ata a tu camello!”
No confundas la entrega, la rendición, con la pasividad, no pienses que el abrazar este momento aceptando lo que viene significa sentarse a esperar que todo te caiga del cielo, o resignarte a lo que sea. Rendición, entrega, no es resignación, todo lo contrario, es vida en acción.
Tienes que poner las cosas en movimiento. Simplemente dando vueltas y esperando que algo suceda, genera inercia y estancamiento. Muchas personas se quedan en ese espacio de pasividad.
Entonces, cuando nada sucede, se sienten víctimas, porque sus expectativas no se cumplieron. Rendición y pasividad son dos mundos muy diferentes. La rendición o la entrega es la acción de confiar en la fuerza creativa del universo, abarcando el momento con alegría, regocijándose en su plenitud. La entrega es activa y vibrante, atractiva y confiable.
La pasividad, en cambio, es complacencia, desilusión, resentimiento, insatisfacción. La entrega viene del amor y la confianza, mientras que la pasividad se deriva de la amargura y la decepción. No suelta ni fluye con lo que viene: viene de un lugar de resignación. Elizabeth, mi bulldog, es un maravilloso ejemplo de entrega a la vida. La primera vez que la ví, en una tienda de mascotas en Chile, me robó el corazón. Era una cachorra desnutrida, con retraso en su crecimiento físico y cubierta de verrugas. La pobre había estado encerrada en una jaula, en la tienda, durante cuatro meses. Nadie la iba a comprar porque era muy pequeña para su edad.
Me sorprendí al escuchar que había estado viviendo así durante tanto tiempo, y aunque yo no había planeado tener otro perro (¡ya tenía siete!) era imposible para mí resistirme a llevármela. Elizabeth abraza su realidad completamente, como lo hacen todos los perros. No se sientan ahí preguntándose si su vida podría ser diferente, tienen una habilidad innata de disfrutar de la vida con exuberancia y sin cuestionar.
Este es un don que los humanos podríamos aprender. La pasividad en la que nos revolcamos nubla nuestros días, inhibiendo nuestra capacidad de disfrutar realmente de lo que está frente a nosotros.
Como resultado, nuestra capacidad de encontrar la verdadera felicidad ha disminuido en gran medida. Nuestra incapacidad para abrazar la belleza de nuestra realidad actual, en combinación con nuestra renuencia a adoptar medidas para cambiar aquellas cosas que no están funcionando, nos mantiene en descontento. ¡Pero no para Elizabeth! Ella abraza todo con aceptación amorosa, y creo que esta rendición es lo que la trajo a mi vida.
Porque ella se rindió a la realidad de su situación en esa tienda de mascotas, y ahora experimenta el otro extremo: vive en un regazo de lujo, adorada y mimada a su antojo. Es el perro más amoroso y cariñoso que he tenido, es muy feliz quedándose dormida sobre su mami, cubriéndome con sus mofletes babosos.
Recibimos de la vida lo que le damos. Si nos enfrentamos a situaciones desagradables con el resentimiento impotente y la falta de acción, esas circunstancias sólo empeorarán. Sin embargo, si podemos aprender a aceptar las dificultades con entrega y confianza - la confianza de que todo nos está llevando hacia más libertad de la que podamos concebir - mientras damos los pasos para mejorar nuestra situación, tal vez, sólo tal vez, podamos transformar nuestro sufrimiento en una oportunidad de crecimiento.
Haz lo que tiene que hacerse. No ignores tu realidad. Luego, cuando has hecho todo lo posible, suelta y confía en el universo: él sabe muy bien lo que está haciendo.
Isha
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