El respeto es uno de los valores básicos de la unidad, porque nos permite aceptarnos a nosotros mismos y a los demás, tal como somos.
Respetar es comprender que todos nos hallamos inmersos en procesos evolutivos distintos y que todos son legítimos. Dejar de cuestionar los actos del otro y de enfadarnos o sentirnos incómodos por su forma de comportarse.
Cada ser humano es dueño de su vida. Todos somos soberanos en nuestras realidades cotidianas y nuestro libre albedrío debe ser profundamente respetado. Es así también como debo mirarme a mí mismo: sin juzgarme ni cuestionar mis actos o emociones; porque, cuando lo hago, estoy quebrando mi unidad interna, convirtiéndome en mi
enemigo, alguien que lucha contra lo que soy. Puede que me cueste avanzar o comprender algo esencial en mi vida, que las cosas no me salgan como me gustaría o que me equivoque muchas veces, pero no por ello debo despreciarme. Por el contrario, el respeto a mí mismo será mi aliado, para permitirme avanzar con amor y para no estancarme.
Cuando ofrecemos respeto nos situamos en una perspectiva elevada que genera confianza y apertura. La crítica y el juicio generan todo lo contrario. Al respetar comprenderé que toda la creación es necesaria. Todos los seres que la componen cumplen una función, ya sean personas, animales, plantas, elementos de la naturaleza o almas que perdieron el rumbo. Todos los seres merecen respeto. Cuando me sitúo en esa vibración miro la vida con los ojos de Dios, que no juzga ni castiga, que permite ser y lo observa todo con amor.
El respeto abre la puerta del amor y me ayuda a evolucionar en unidad conmigo mismo y con los demás; también, con el planeta que me acoge y sustenta. Respetar es considerar sagrada toda forma de vida. Si todos somos sagrados, todos somos sabios. Sabios para guiar nuestras propias vidas, para tomar las decisiones que consideramos acertadas.
Cuando miro con respecto a otro ser dejo de intentar cambiarlo.Me sitúo en una perspectiva de igualdad y, entonces, comprendo que su opinión es válida, que sus actos no me pertenecen y que no debo juzgarlos.
Respetar es mirarse a uno mismo y a los demás con los ojos del amor, siempre, y abstenerse de realizar actos que atenten contra la divinidad del otro.
Alicia Sánchez Montalbán
Respetar es comprender que todos nos hallamos inmersos en procesos evolutivos distintos y que todos son legítimos. Dejar de cuestionar los actos del otro y de enfadarnos o sentirnos incómodos por su forma de comportarse.
Cada ser humano es dueño de su vida. Todos somos soberanos en nuestras realidades cotidianas y nuestro libre albedrío debe ser profundamente respetado. Es así también como debo mirarme a mí mismo: sin juzgarme ni cuestionar mis actos o emociones; porque, cuando lo hago, estoy quebrando mi unidad interna, convirtiéndome en mi
enemigo, alguien que lucha contra lo que soy. Puede que me cueste avanzar o comprender algo esencial en mi vida, que las cosas no me salgan como me gustaría o que me equivoque muchas veces, pero no por ello debo despreciarme. Por el contrario, el respeto a mí mismo será mi aliado, para permitirme avanzar con amor y para no estancarme.
Cuando ofrecemos respeto nos situamos en una perspectiva elevada que genera confianza y apertura. La crítica y el juicio generan todo lo contrario. Al respetar comprenderé que toda la creación es necesaria. Todos los seres que la componen cumplen una función, ya sean personas, animales, plantas, elementos de la naturaleza o almas que perdieron el rumbo. Todos los seres merecen respeto. Cuando me sitúo en esa vibración miro la vida con los ojos de Dios, que no juzga ni castiga, que permite ser y lo observa todo con amor.
El respeto abre la puerta del amor y me ayuda a evolucionar en unidad conmigo mismo y con los demás; también, con el planeta que me acoge y sustenta. Respetar es considerar sagrada toda forma de vida. Si todos somos sagrados, todos somos sabios. Sabios para guiar nuestras propias vidas, para tomar las decisiones que consideramos acertadas.
Cuando miro con respecto a otro ser dejo de intentar cambiarlo.Me sitúo en una perspectiva de igualdad y, entonces, comprendo que su opinión es válida, que sus actos no me pertenecen y que no debo juzgarlos.
Respetar es mirarse a uno mismo y a los demás con los ojos del amor, siempre, y abstenerse de realizar actos que atenten contra la divinidad del otro.
Alicia Sánchez Montalbán
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