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Al igual que nuestro cuerpo físico se estructura en átomos nuestra mente se estructura en creencias. Éstas son las casas donde nacen nuestros pensamientos y por ende el espacio creador de nuestra mente. Cuando un científico investiga algo inevitablemente lo hace desde una serie de creencias, independientemente de que disponga de grandes o nulos presupuestos para hacerlo.
Este hecho explica que Einstein pudiese llegar a la Teoría de la Relatividad con el mero gasto de pluma y papel; la genialidad del popular científico no consistía en tener una portentosa inteligencia, sino en ser capaz de pensar fuera de las creencias imperantes en el mundo científico de la época, en definitiva marcó un nuevo espacio creador.
Esta dependencia de las creencias no sólo la sufren los científicos, sino todos nosotros. A medida que “crecemos” nos vamos convirtiendo en planetas que orbitan las creencias que definen nuestra cultura. Y así, poco a poco, vamos perdiendo la luz propia con la que nacimos.
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Lo que llamo el proceso de empoderamiento es el camino que nos lleva de “planetas” a astros con luz propia, es decir “estrellas”. Para iniciar esta andadura es necesario empezar a percibir las creencias cuya fuerza de gravedad nos tiene atrapados. Verlas no es fácil, pues tienen su propio sistema de invisibilidad, saben camuflarse como verdades. Estos es así porque entraron en nosotros de mano de los seres más queridos, de los cuales necesitábamos su protección; el sistema educativo, los medios de comunicación y el propio entorno terminan de rematar el trabajo. Cuando uno observa las numerosas creencias que habitan nuestro mundo, empieza a darse cuenta de que la verdad no puede ser algo que se detecta con la mente.
Se narra que San Agustín queriendo comprender el mundo paseaba por la playa cuando un ángel se le apareció y le dijo: cava un hoyo en la arena. Lleno de curiosidad así lo hizo, tras ello su celestial visitante pronunció lo siguiente: intenta meter toda el agua del mar en él. Agustín entendió rápidamente lo que horas de pensamientos no habían logrado aclararle. El hoyo representa las creencias con las cuales queremos interpretar el universo. Einstein cavó un hoyo nuevo y nos enriqueció a todos, permitiendo que entrara más “agua” en nuestro conocimiento. Todos tenemos la capacidad de crear hoyos nuevos, pero para conseguirlo tenemos que aprender a salir de los que habitamos, y el primer paso es reconocerlos.
Las creencias, los hoyos en los que pensamos y creamos con nuestra mente, influyen en nuestro cuerpo físico y salud. Una simple observación: los casos de cánceres van en aumento; un cáncer es un crecimiento de un grupo de células que no tienen en cuenta el bienestar de las demás, parecen crecer simplemente por el gusto de hacerlo. ¿No te suenan a conocidas estas palabras…? Se dice que la solución a nuestros problemas económicos es crecer y ser más competitivos… por supuesto no se habla del sentido de ese crecimiento ni de a dónde se supone que nos tienen que llevar. Crecer sin sentido, la esencia de todo cáncer. Las creencias que mantienen esta idea de la economía son encarnadas por nuestras células, tanto por las personas con poco dinero como por los ricos, el hoyo es para todos, el cáncer también.
La influencia de las creencias en nuestra biología y de cómo pueden incluso variar nuestra genética es un tema investigado por el biólogo celular Bruce Limpton, conocido popularmente por su libro “La biología de la creencia”.
Salir de las creencias limitantes puede resultar difícil al principio, debido a esa invisibilidad de la que hablábamos al comienzo. Hay varias técnicas. En mi particular método empleo como “revelador” de las esquivas creencias el hacer chocar a mi interlocutor con sus límites, empleando la sabiduría de nuestro adolescente interior. Cómo conseguirlo es el tema de mi libro “Veintitrés maestros, de corazón – un salto cuántico en la enseñanza -“
El proceso de “planeta” a “estrella”, que es equivalente a pasar de la víctima a sentirte el creador de tu propia vida, es un potencial que nos está esperando, y que puede convertir a la humanidad en ese hermoso cielo estrellado que cuando lo contemplamos nos recuerda, en el fondo de nuestro corazón, quiénes realmente somos.
Carlos González
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