Preguntas de una lectora:
—Vivi ¿Te enganchas con las
situaciones de tú vida?
—Sí claro. Suelo hacerlo, es parte de
mi naturaleza.
—¿Cómo lo solucionas?
—No lo hago. Simplemente no me
engancho con mi enganchamiento.
Lo que en otras palabras significa,
que lo dejo ser. He puesto este diálogo como ejemplo para hablarte sobre la
belleza de lo imperfecto, la belleza natural que tiene tu ser.
Cuando escribes sobre temas
espirituales,
puedes sentir esa irresistible y dulce tentación de mostrarte
como alguien perfecta, que siempre está sonriendo, que jamás se enferma, que no
necesita absolutamente nada, que tiene todas las soluciones o las respuestas, y
que no comete los errores de cualquier mortal, alguien que encaja perfectamente
dentro del modelo establecido para un(a) maestro(a) espiritual.
Entonces supones muchas cosas, como
por ejemplo que un(a) maestr@ no fuma, no se emborracha, no consume refrescos
ni carne, no se enoja, no dice palabras altisonantes, siempre actúa bajo las
normas, responde a los insultos con una sonrisa de otro mundo, desconoce la
angustia, tiene una moral intachable, no va a rumbear a discotecas, que medita
no sé cuántas horas al día, que es heterosexual, o célibe, o que si tiene sexo
es por supuesto, sexo tántrico.
¿Y sabes qué?
Nada de eso es verdad. Si la
cotidianidad o las sombras persiguen a alguien es a quien enseña sobre el
amor. Y hablo por mí, ya que soy la antítesis de lo que se considera una
maestra espiritual, y definitivamente es gracias a ello como puedo escribir. No
obstante, y de muchas otras maneras, todos somos maestros. Hay muchos
en las redes sociales, expresándose, diciendo lo que sienten, desnudándose sin
miedo al qué dirán. Gente que no escribe libros, ni imparte conferencias, ni
nada. Es de ellos de quienes aprendo. Amo leer a alguien que me muestra su
oscuridad, iluminada por la claridad de la expresión, de la aceptación, de la
respuesta. No estoy interesada en leer a maestr@s perfect@s, pues no podría
llegar jamás a donde ellos creen estar.
Es por esto que hace tiempo publiqué
en mi cuenta de Twitter (@Vivi_Cervera) la frase siguiente:
«Aviso de ocasión: Se necesitan
maestr@s espirituales y terapeutas, más reales e imperfect@s en el planeta
tierra.»
Porque así es como yo les necesito;
amo esa clase de maestr@s, tan perfectamente humanos, tan alejad@s de poses,
tan auténtic@s y bell@s. Leo much@s a diario, como por ejemplo a aquella mujer
que es madre de familia pero que se libera al escribir sobre erotismo o sexo.
También a aquella que tiene un(a) amante a escondidas y que a diario le escribe
un poema. A aquel hombre al que ninguna relación le funciona pero se deleita en
escribirle a quien jamás volverá. Aquella chica que la sociedad define
como «loca» pero que escribe como pocas. Aquella que siempre está deprimida
pero que en realidad le está extrayendo toda la información a la tristeza para
iluminarla. Aquel que te hace reír con un juego de palabras sin igual. O ese
otro que se expresa en su sitio sin más ropa que palabras. No insultan, no
trollean, no enseñan, no se consideran maestr@s, y no tienen idea alguna de
espiritualidad, sólo dejan su perfume en el aire. Cuentas pequeñas. Eso busco.
Las personas que nos leen, nos aman
humanos, nos aman imperfectos, falibles, con miedos, con tristezas, o con
alegrías en el alma, nos quieren tal como vinimos, nos aman tal como fuimos
paridos. No hay ningún peligro en mostrarles como realmente somos, como
verdaderamente sentimos. Las personas que nos leen (o la mayoría), poseen la
virtud de abrazarnos aunque estemos cubiertos de lodo. Ellas saben que solemos
equivocarnos, sin que lo digamos. Por todo eso es magnífico desnudar el alma
frente a ellas. Y este tema también cobija a quienes son terapeutas, o
trabajadores de la luz.
De hecho, si has tenido algunos
logros, si has avanzado mucho emocionalmente hablando, si tienes una elevada
comprensión del mundo y de la vida, pero no logras mostrarte como humano,
entonces a quienes te leen se les hará más complicado llegar a donde tú estás.
Y tú quieres que ellos estén contigo, quieres que ellos logren lo mismo o más
que tú.
Entonces escribe y déjanos tu
verdadera huella, esa que por imperfecta jamás podrá ser copiada.
No podemos despojar al humano
(maestr@ espiritual o no) de su humanidad. No podemos o quizás no debemos
desconocer que hay una belleza única en lo imperfecto. Permitamos que el
día, tenga su noche.
Gracias por leerme.
© Todos los derechos reservados. Vivi
Cervera 2014.
Arte: Picasso.
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