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domingo, 27 de mayo de 2012

De la Incertidumbre y su contribución a la evolución. Por Isha


Hoy, más que nunca, la humanidad se enfrenta a la incertidumbre, el bombardeo de noticias alarmantes nos dispara ese sentir y la humanidad está inquieta: ¿Cómo podemos encontrar la seguridad en un mundo incierto?
En la sociedad occidental, hemos aprendido a buscar la seguridad en el lugar equivocado: lo buscamos fuera de nosotros mismos. La gente y las cosas que nos rodean nunca calmarán nuestra inseguridad, pues en el fondo sabemos que todo podrá cambiar en un instante.
Los matrimonios sólidos se terminan por la infidelidad, perdemos un puesto de trabajo de 20 años por un cambio de política en la empresa y los ahorros de toda una vida se evaporan en un instante en las manos de un inversor corrupto. La inseguridad del mundo es una realidad que muchas veces preferimos ignorar.
Como seres humanos, tendemos a enfocarnos en nuestras diferencias. Nos fijamos en las cosas que nos hacen sentir superiores o inferiores a los demás. Sin embargo, los aspectos más importantes de la vida son universales.
Lo más esencial y poderoso que todos compartimos es nuestra capacidad de amar.
La naturaleza del amor es un misterio, no porque sea imposible de descubrir, sino porque es imposible de explicar. El intelecto nunca puede abarcar la inmensidad del amor así como un vaso no puede contener un océano. Sin embargo, experimentar el amor no sólo es posible sino que es la cosa más natural del mundo. No estoy hablando del amor que sentimos por otro, estoy hablando de la presencia del amor en todo, esa energía que es nuestro propio ser. Se manifiesta como la experiencia de paz que sobrepasa todo entendimiento. Es lo único que puede llenar el corazón humano. Es lo que yo llamo amor-conciencia.
En un mundo de creciente incertidumbre, cada uno de nosotros tiene la responsabilidad de hacer una diferencia al convertirnos en la paz del amor-conciencia. Podemos declarar la guerra a otras naciones, pero eso no cambiará nada. El terrorismo no puede ser detenido con la guerra, al igual que el fuego no se puede apagar con más fuego. Pero aunque esto sea cierto, es inútil culpar a los políticos, o incluso la guerra misma. Si no podemos encontrar la paz interior, ¿Cómo podríamos crear un mundo pacífico y armonioso? Nuestras mentes, llenas de charla disonante y confusión, son el origen de nuestra inseguridad. Nuestras acciones surgen de nuestros pensamientos y sentimientos. Si estamos llenos de miedo, ¿Cómo podemos contribuir a una sociedad unida en el amor?
Como seres humanos, gozamos de libre albedrío: el poder de elección. Como consecuencia, nuestro destino se redefine en cada momento.
Cuando Bill Clinton le preguntó a Nelson Mandela si sentía odio por sus opresores, él le respondió: “Me di cuenta de que si seguía odiándolos una vez que me montara en ese coche y atravesara la puerta, estaría todavía en la cárcel. Así que lo solté, porque quería ser libre”.
En la búsqueda de la paz, hay algo muy concreto en lo que todos podemos contribuir. En cada momento, podemos hacer una elección: elegir descansar en la paz duradera que yace dentro de nosotros ahora y que nadie nos puede quitar.
De la misma manera que el haber aprendido a depender de nuestro entorno nos ha llenado de miedo, podemos aprender a depender de nuestro estado interior y encontrar una seguridad que siempre es prístina e intocable. Vamos a llenar nuestra vida personal con paz, honestidad y transparencia; eso va a contribuir mucho más a la paz mundial que cualquier guerra.
En nuestra sociedad, solemos responder a los cambios enterrando la cabeza en la arena. Hacemos de cuenta de que no existen. Nos volvemos rígidos, buscando la permanencia ilusoria de la rutina para sentirnos seguros y en control. Muchos de nosotros pasamos la vida construyendo la ilusión de un entorno estable: una carrera confiable, un matrimonio sólido y la seguridad financiera. No hay nada malo en buscar el éxito material y una relación estable, pero si nuestro sentido de seguridad depende de esas cosas, estamos construyendo nuestra casa sobre una base frágil. Por más que tratamos de ignorarlo, no estamos en control de este mundo errático y nunca lo estaremos. Cuando nos damos cuenta de la imposibilidad de la permanencia externa, podemos empezar a cultivar la única cosa que puede dar la auténtica seguridad: la paz interior.
Isha

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