¿Has notado lo fácil que es enfocarse en lo que nos hace sentir alicaídos, densos, deprimidos? ¿Y por qué?. Porque nos hemos alejado de lo natural. Tenemos que empezar a enfocarnos en la alegría, en la belleza, en la inocencia, en la apreciación, en el amor y la gratitud presentes en cada momento. ¿No es hora de que tengamos un poco más de eso?
Lo maravilloso es que la alegría no tiene un formato fijo. Su forma es como un manantial de montaña. Su espontaneidad constante nutre y refresca. La dicha no busca lo que está mal. Si lo hiciera, sus aguas pronto se estancarían. La dicha está abierta al amor y a ser ese amor.
En lugar de esperar la plenitud externa -la siguiente novedad para consumir, el nuevo juego- conviértete en esa dicha. Deja de vagar entre el pasado y el futuro, que ya han tenido bastante de tu tiempo. Llegó la hora de darle al presente -donde la vida realmente está sucediendo- un poco de la atención que se merece. Los niños nos llevan ventaja en el área de la felicidad: se acercan a todo como si fuera la primera vez, ven la magia y la maravilla en todas partes. ¿Te imaginas que alivio sería volver a ese estado? ¡Y podemos hacerlo!
Cuando somos niños, sólo somos. Si estamos felices, reímos y si estamos tristes, lloramos. No cuestionamos nuestras acciones. Sólo somos. Acarreando el bagaje acumulado al llegar a la edad adulta, con las opiniones, temores y percepciones distorsionadas, hemos perdido nuestra espontaneidad. Tomamos las cosas demasiado en serio, y eso es muy triste. Queremos cumplir con lo que deberíamos ser, lo que creemos que esperan de nosotros.
A medida que avanzamos en nuestro crecimiento interno podemos volver a ver las cosas como las vería un niño. ¿Cómo? Tratemos de ver a cada persona como nueva. Cuando tu jefe te llame a su oficina, no esperes de forma automática que sea para retarte, ¡tal vez quiere aumentarte el sueldo!. Adopta la inocencia espontánea de un niño: ábrete a recibir con alegría.
Aprendamos nuevamente a fluir desde el corazón, a vernos ridículos, a bailar libremente, y recordemos que la vida se trata de risa y alegría desenfadadas. Prueba a hacerlo y luego me cuentas.
Isha.
(visto en www.losandes.com.ar)
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