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sábado, 1 de febrero de 2014

Transformando la venganza en colaboración. Por Isha

Para nosotros resulta automático reaccionar a la defensiva cuando nuestro sentimiento de injusticia ha sido activado, sea en una relación, como ciudadanos, o en cualquier situación en la que se dispara la revancha, la venganza. Tenemos ideologías que apoyan esto, y entonces justificamos lo que sea que provoca nuestra acción. Pero eso no es más que una justificación, pues viéndolo desde una perspectiva más amplia, más elevada, siempre salimos perjudicados. ¿Por qué? Porque quien actúa en nombre de la venganza, del resentimiento, de la violencia o la agresión, se está lastimando, como ser humano, primeramente a sí mismo, y luego, a quien es igual que él, sólo que con ideas o principios diferentes.

Entonces ¿qué hacer? ¿cómo reaccionar o responder? Primeramente, la venganza
no sirve, porque lo que se envía hacia afuera será lo que vuelva, inevitablemente, tarde o temprano. La vida, la creación, es este gran espejo que siempre nos refleja a nosotros, para que lo podamos ver. Si lo que proyectas o envías a tu mundo es amor, es apreciación, es gratitud, pues eso será lo que recibas, y si es lo opuesto, la regla es la misma.

Yo sé que en algunas situaciones, especialmente en las que hay que tomar acciones legales, poner límites es complicado. Pero es algo que hay que hacer desde un lugar de claridad y amor, no desde un lugar que empuja a la defensa y al ataque, a la venganza, a querer lastimar. Si te encuentras en esa situación, bien, tienes que poner un límite, con una profunda confianza, soltando la expectativa de cómo la situación tendría que resultar. Tienes que dejar ir esa obsesión que se dispara en la mente, proyectándose al futuro. Si buscas venganza sólo te lastimas a ti mismo, porque estás haciendo eco profundo de eso en el exterior e ignorando tu verdadero sentimiento, ese que te guía éticamente, ese que resuena genuinamente en una acción basada en el amor.

Y si la situación provoca miedo, es algo que tenemos que sentir, algo que contribuye a tu momento, algo con lo cual puedes evolucionar, algo que puedes abrazar. Porque el miedo es una energía densa. Entonces lo que te sugiero es que pongas tu atención en lo más elevado que sientas en tu corazón y te quedes ahí, hasta que ese miedo comience a dispersarse y a mostrarte el paso que, en libertad interior y confianza, podrás dar. Si el temor es a confrontar una situación determinada, difícil, verás que una vez que la confrontas, ese miedo es como la oscuridad, que cuando enciendes la luz, desaparece. La mayoría de esos miedos son una manifestación y proyección de tu intelecto, es algo que estás tal vez haciendo más grande de lo que realmente es, algo a lo que tu cuerpo entero está respondiendo debido a la descarga de adrenalina provocada por ese sentimiento, y también por una idea que tienes de lo que pueda llegar a suceder. Pero verás que es sólo una idea, y que cuando la confrontas por lo que es, el miedo desaparece. Es a esto a lo que me refiero cuando digo “camino hacia mis miedos”.

Es la forma metafórica que nos puede llevar a abrazar esos monstruos que viven allí en nuestra cabeza y a los que no nos queremos acercar.

Por supuesto que no estoy hablando del temor que una situación física concreta puede movilizar. Eso, diría yo, es instinto de supervivencia y sentido común. Hablo del miedo que nos limita en nuestra experiencia, en nuestro accionar, en nuestro dar pasos hacia lo nuevo que existe como posibilidad. Entonces, lo que sucede cuando lo enfrento así con amor, con un sí, es que la vibración de esa energía a la que temo comienza a evolucionar y a transformarse en lugar de ser una limitación en potencial. Entonces, hay dos respuestas diferentes: si es algo a lo que yo le temo, voy hacia mi miedo y lo atravieso… si es algo que yo estoy sintiendo y que claramente no está provocado por lo externo, necesito ir más profundo hacia ese miedo, hasta que se disuelva.

Recuerdo la primera vez que me tiré en paracaídas. Subí al avión para saltar y cuando abrieron las puertas lo primero que dije fue: “PERO LAS PUERTAS ESTAN ABIERTAS!”. Y mi primer pensamiento fue: “Me voy a caer del avión”, pero, ¡si estaba allí justamente para eso! Más la mente no piensa racionalmente, tiene un pensamiento de “PUERTA ABIERTA = MIEDO”. Porque para la mente es una locura. ¡Nadie en sus cabales saltaría de un avión! Esto gritaba mi sentido común. Pero recordé cual era mi propósito al estar allí, y en ese momento en que salté, el miedo desapareció, y fue la cosa más estúpida, porque ahora sí estaba flotando en el aire. Pero es la verdad, en el momento en que saltas el miedo desaparece, es increíble. Y cuando se abre el paracaídas todo se vuelve tan silencioso…. es como descubrir que “¡aaaahhh, esto era lo que yo quería experimentar!”. Es algo gracioso, la vida es así, siempre le tenemos miedo a lo desconocido, pero cuando damos el SÍ a lo nuevo, de pronto se vuelve algo excitante, y después nos acostumbramos a eso y se transforma en algo normal.

Entonces, donde sea que haya miedo, camina hacia él. Descubre el poder de decir SÍ a la situación que te limita, que te duele, que te marcó, y encuentra en esa acción la transformación que te lleva a experimentar un sentido de colaboración que permite el cambio, la superación, la experiencia más allá de la limitación. Primero internamente, y luego se expresará en tu interacción con lo exterior.


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